Burbuja o ajuste, la tecnología inmersiva que prometía revolucionar desde la industria como la sociedad atiende a la razón económica para intentar captar nuevos usuarios.
Estaba claro que sucedería. Lo que no se sabía era cuándo. Si el producto tecnológico más revolucionario de los últimos años, el teléfono móvil inteligente, ha reducido la brecha entre la gama alta y media para, la tecnología de realidad virtual ha seguido esa tendencia. Pagar, en algunos casos, ochocientos euros por un casco inmersivo que obliga, a su vez, de contar con un ordenador de altas prestaciones (que se vende por separado) era difícil convencer al usuario sobre su inversión.
El futuro es la realidad virtual, prometían desde las empresas involucradas en su desarrollo y comercialización. A día de hoy no se han cumplido las expectativas. Solo florecen en esa selva tecnológica dos empresas; Samsung, que ha vendido más de 4.3 millones de unidades de las gafas de realidad virtual para móviles Gear VR, y Sony, que con la fortaleza de la PlayStation 4 ha conseguido cautivar a un millón de videojugadores.
Pero, por detrás, y a mucha distancia, se encuentran los dos productos más avanzamos, los de gama alta, HTC Vive (703.000 unidades, según la firma de análisis Superdata) y Oculus Rift (460.000 unidades), este último perteneciente a la empresa que recuperó de nuevo el interés por esta tecnología cuya primera prueba de fuego se produjo en los años noventa. En un escenario tan cambiante como la industria de la innovación tocaba un cambio de rumbo. Y empieza a vislumbrarse. Ese cambio de tendencia viene del precio. Empiezan a bajar, demostrando con ello que al final todo avance necesita de un pequeño empujoncito para hacerse un hueco.
Facebook, empresa propietaria de Oculus, ha sido la primera en apostar por esta estrategia. El costo de su dispositivo ha bajado y, además, ha avanzado en una versión inalámbrica (aunque no tan potente como el modelo original) de cara a satisfacer la demanda. Los usuarios desean vivir experiencias inmersivas, pero no a cualquier precio. Y, por supuesto, sin cables, que representan todavía una faena a la hora de consumir contenido.
Dado que las ventas de sus teléfonos móviles inteligentes no se han incrementado, HTC apostó a caballo ganador con, posiblemente, el dispositivo inmersivo más avanzado del mercado, las HTC Vive. Pero también ha sufrido el golpe del mercado. Demasiado caras para el escaso contenido disponible. A partir de ahora, el casco costará 200 euros menos de manera permanente.
Este descuento tiene como objetivo estimular el interés del usuario potencial en este sistema y facilitar así el acceso a los accesorios necesarios. También el kit de venta vendrá con una prueba gratuita de un mes al servicio de suscripción Viveport de HTC, que da acceso a una selección de juegos en realidad virtual. «Queremos aumentar la adopción de realidad virtual en todo el mundo», señalaba en declaraciones a «The Verge»Dan O’Brien director general de Vive en Estados Unidos.
Uno de los problemas para explicar la escasa acogida de estos dispositivos ha sido la percepción social acerca del limitado catálogo de juegos y experiencias para sacar verdaderamente partido a la inversión. Las ventas de estos sistemas de gama alta han sido lenta, de acuerdo a las estimaciones de diversas firmas de investigación. Sin embargo, las previsiones siguen siendo muy optimistas. La firma de análisis IDC estima que de aquí a 2021 se vendan más de 92 millones de unidades vendidas de cascos de realidad virtual.
(Tomado de www.abc.es)