«Todos los fabricantes practican la obsolescencia programada», asegura Benito Muros, presidente de la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada
«Todos los fabricantes practican la obsolescencia programada», asegura Benito Muros, presidente de la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada
No te sorprendas porque la dura realidad es esta: la vida media de un móvil es de dos años. Así de simple. Da igual que en él te gastes 100, 300, 500 o 1.000 euros. No porque sea más caro te va a durar más. Ni tampoco porque lo cuides como «oro en paño». Olvídate. No puedes hacer nada. La obsolescencia programada tiene la culpa.
A finales de la pasada semana conocimos una multa histórica: la Autoridad italiana garante de la competencia (AGCM) condenó a Samsung y Apple al pago de 5 y 10 millones de euros, respectivamente, por prácticas comerciales injustas. Es la primera decisión en el mundo sobre la obsolescencia programada.
«Se trata de una multa simbólica para una empresa que como Apple tiene beneficios anuales superiores a los 35.000 millones de euros», opina Benito Muros, presidente de la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada (Feniss). «Pero ya es algo -continua-. Un reconocimiento explícito de la existencia de la obsolescencia programada, algo que cuando yo comencé a denunciar estas prácticas, hace ahora 18 años, ni siquiera se reconocía su existencia».
La caducidad programada afecta a una serie de productos cuya vida útil se ve acortada por determinadas prácticas que llevan a cabo los fabricantes de forma premeditada con el objetivo fomentar el consumo. Y el «smartphone» es uno de los 10 productos por excelencia afectado por esta práctica.
La sentencia contempla que ambas empresas llevaron a cabo «prácticas comerciales injustas» al entender que estropearon los dispositivos móviles de manera deliberada por el continuo envío de actualizaciones del software.
Usuarios indefensos
Samsung, según la resolución, se empeñó, desde mayo de 2016, en que los usuarios del Note 4 tenían que instalar un nuevo firmware concebido para el Note 7, sin informar de sus consecuencias. Apple , también ese mismo año, sugirió de forma insistente a los usuarios del iPhone 6 que instalaran el nuevo sistema operativo iOS 10, optimizado para el iPhone7, sin informarles de la alta demanda de energía y de posibles inconvenientes, como apagados repentinos. Después, la compañía sacó una nueva actualización sin avisar de que su instalación podía reducir la velocidad de ejecución y su funcionalidad. Además no ofreció ninguna medida específica para solucionar esos problemas.
«Todos los fabricantes practican la obsolescencia programada», asegura Muros, «aunque los mencionados por su volumen en el mercado son los más llamativos». Por eso no es casualidad que una vez al año los principales fabricantes de móviles presenten nuevos modelos. El marketing es clave en la corta vida útil de los «smartphones». La premisa es clara: hay que vender el último modelo.
Ante este panorama, «poco podemos hacer los usuarios», asegura el presidente de Feniss, ya que las prácticas que permiten la obsolescencia programada «se desarrollan en la fase de diseño del producto, con técnicas muy sofisticadas e invirtiendo mucho dinero para ocultarlas y hacernos creer que la vida útil de un teléfono móvil no puede llegar más allá de los dos años de media». Y la teoría no falla. Normalmente, transcurrido ese periodo, la batería del móvil dura mucho menos de lo habitual y el teléfono se ralentiza. Los primeros síntomas de la obsolescencia programada los empieza a notar el usuario «cuando normalmente acepta nuevas actualizaciones, cuando pasan unos 18/24 meses, cuando la batería agota su vida útil… También sobre los dos años de vida. En definitiva, cuando se lanza el nuevo modelo al mercado», explica el experto.
Prácticas infalibles
Y ya nada se puede hacer. Ni siquiera evitando las actualizaciones. «Tu teléfono siempre está conectado a la red», recuerda Muros. «Es muy fácil enviar actualizaciones o virus que no puedes evitar, y si lo desconectas de la red durante la noche o lo pones en modo avión, el sistema detecta un reinicio, momento que se podría aprovechar para actualizar y ralentizar el software. Los fabricantes tienen diferentes formas de practicar la obsolescencia programada y son infalibles», asegura.
«Si se quiere intentar alargar la vida útil de un teléfono móvil, habría que someterlo a reparaciones que podrían ser más costosas que comprar uno nuevo, y para eso lanzan al mercado uno nuevo cada año, con presuntas mejoras o prestaciones que nos seducen y nos alejan de la idea de reparar y actualizar», indica Benito muros.
Otra de las artimañas de los fabricantes para acortar la vida del móvil tiene que ver con la parte mecánica o placa electrónica. Según el experto, otra de la prácticas para la obsolescencia programa se basa en debilitar ciertas piezas cuya reparación es tan cara que resulta mejor comprar el un nuevo móvil. «Sobre todo la mano de obra», indica. «Muchas veces tardan hasta 15 días en reparar un teléfono, en una actuación que para quien la repara puede tardar 5 minutos. Pero las marcas saben que muy pocos estamos dispuestos a estar sin nuestro teléfono 15 días, optando así por comprar uno nuevo, ya que el mismo vendedor nos dice normalmente que aunque lo repare en breve se nos presentará otro problema que tendremos que volver a reparar». El «smartphone», por tanto, está condenado.
[Información e imágenes tomadas de www.abc.es]
[Imagen tomada de www.nytimes.com]